domingo, 7 de noviembre de 2010

Los milagros existen

Tras pasar la mañana fotografiando el Valle de Ansó durante el segundo día de taller y tocar retirada cuando la frecuencia de la lluvia fue en aumento la predicción meteorológica no auguraba mejores condiciones para la práctica de la fotografía en la sesión de tarde. Pasar el resto de la jornada tras una buena comida en el hotel no era lo que a unos nos apetecía más. Así que tras el postre mientras algunos se dedicaron a descansar y reponer fuerzas cinco de los asistentes al taller (de los 16 que éramos) y yo decidimos salir en dirección a la Selva de Oza a pesar de la constante lluvia que desde hacía horas seguía cayendo. Al fin y al cabo era la última tarde que íbamos a pasar en este bello paraje en su máximo apogéo otoñal y había que jugársela hiciera el tiempo que hiciera.

Según nos acercábamos a la Boca del Infierno y entre conversaciones en el coche comenté, casi más para mi mismo que para mis acompañantes, que en algunas ocasiones los milagros existen. Al poco tiempo, casi sin creérnoslo, vimos como tras nosotros las cumbres al otro lado del río aparecían iluminadas por el sol. No nos explicábamos muy bien cómo pero el sol conseguía escaparse a través del espeso manto de nubes. En ese momento nuestras dudas se transformaron definitivamente en esperanzas.

Pasado un recodo de la carretera vimos como el río se abría paso con fuerza saltanto entre las rocas en un rincón de especial belleza. Mi primera intención al salir del hotel era marchar hasta el final de la Selva de Oza, donde el valle se abre y donde, en dirección sur, se obtiene una panorama de varias cumbres en sucesión a ambos lados, que a contraluz podría ofrecer un gran potencial.

La visión que obtuvimos del río en ese momento no me lo hizo pensar dos veces y en cuanto di con una zona abierta al borde de la carretera para dejar los coches eché el freno abandonado mi idea original.

Al salir ya no llovía y según nos acercábamos a la zona que habíamos localizado vimos como hacia el sur el cielo comenzaba a abrirse y las nubes comenzaban a dibujar un atardecer que horas antes nos había parecido imposible. El colorido del barranco era espectacular y quedaba más acrecentado si cabe por la reciente lluvia.

Estábamos situados en la margen derecha del río y en ambas direcciones, tanto hacia al norte como hacia el sur había claras posibilidades fotográficas. Hacia el sur un cielo con claros y nubes dio pie a practicar el uso del degradado neutro con perfiles irregulares y condiciones complicadas de luz. Hacia el norte el barranco humedo y a la sombra ofrecía grandes posibilidades compositivas para extraer la belleza del otoño del caos de troncos, ramas, arbustos y colores reinantes. Todo un desafío.

En algo menos de seis metros cuadrados seis trípodes con sus patas entrecruzadas trataban de plasmar la belleza del entorno sin mucho margen de maniobra.

Canon EOS 5D Mark II, EF24-40mm f/4L IS USM,
polarizador, trípode, 1s @ f/11 ISO 400

Justo a mis pies vislumbré un encuadre que me llamó poderosamente la atención en el que árboles y rocas parecían configurar una ventana multicolor hacia el río abriéndose paso. El blanco de la espuma era el factor que complicaba más la exposición así que durante la toma me aseguré, observando el histograma, de no quemar las altas luces. En tiempo de post-procesado he tratado de dejar aún más patente las texturas del agua que me preocupé de plasmar en el campo empleando un tiempo de exposición de 1 seg. Con exposiciones más largas y según la distancia y velocidad del agua ésta adquiere un aspecto más sedoso y homogéneo que no era lo que quería reflejar. Tiempos más bajos me habrían dado mejores resultados pero habría comprometido la profundidad de campo o la calidad de la imagen con ISOs superiores a 400.

Poco tiempo más tarde comenzaba de nuevo a llover y la luz había perdido ya su encanto. Era el momento de regresar al hotel y comenzar las sesiones teóricas programadas para esa tarde.

Tanto Juan, como Silvia, Juan Antonio, Jesús, Doroteo y yo nos volvimos con una sonrisa por el momento vivido. En parte porque nadie daba un duro por ello y en parte por la alegría de poder haberlo compartido entre amigos.

3 comentarios:

  1. Es lo mejor de la fotografía: compartirla con amigos y compañeros y si, además, te llevas momentos como esos, no hay nada mejor. Bueno sí, la foto que nos regalas en esta entrada. Si para vosotros el momento fue mágico,. nosotros nos "conformamos" con la belleza que tú, sabiamente, nos transmites. Un abrazo.

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  2. A veces, por no decir la mayoria, actuamos como si el lujo y la comodidad fueran lo más importante en la vida, cuando lo único que necesitamos para ser realmente felices es algo por lo cual entusiasmarnos, en este caso, ese rayo de luz, que como un perro hambriento hizo movernos al unisono a una velocidad de vertigo con nuestro trípodes, camaras y demás.
    Felicidades por la toma.
    Silvia Núñez

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  3. Estupendo el relato y fotografía conseguida. Y la satisfación de llevar a casa "la foto"

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